Confieso que la lectura de este libro se debe, principalmente a su portada. Ya había yo leído sobre él y tenía un sólido interés en leerlo, pero como seguro les pasa a ustedes también, es larga la lista de los libros por leer. Así que estando en la librería, finalmente elegí La elegancia del erizo sobre otros, por su diseño. Nota para editores: Nunca subestimen la importancia de un cover atractivo.
Sinopsis:
El libro narra la historia de Renée, una mujer de 54 años, que oficia de portera del número 7 de la calle Grenelle. Bajo una apariencia simplona e inculta, Renée esconde algunos secretos, como leer libros de Filosofía. En el mismo edificio vive Paloma, una niña de doce años dotada de una inteligencia extraordinaria, que rechaza el mundo de los adultos al punto que ha decidido cometer suicidio en su cumpleaños número trece. A lo largo del libro son las propias Renée y Paloma las que van contando sus respectivas historias.
Mi segunda confesión es que tarde mucho en terminarlo, porque me resultó muy denso en sus primeras 100 páginas, aproximadamente. Muriel Barbery hace ostentación de su bagaje cultural de filósofa con frecuentes planteamientos que me parecen carecen de total interés para el lector promedio y que pueden parecer francamente pretenciosos. Afortunadamente, la trama va tomando un buen rumbo conforme profundiza en los personajes y en particular cuando el japonés Kakuro Ozu llega a vivir al edificio y las historias van tomando ritmo y forma.
Mi tercera confesión es que al inicio el personaje central no me atrajo en lo absoluto. Una portera cincuentona, poco agraciada y antisocial no es el tipo de personajes que me llaman, aunque conforme la fui conociendo, pasé ¡del rechazo al afecto sincero!.
Por otro lado, Paloma, la niña, es un personaje intrigante desde el inicio.
La elegancia del Erizo no es un libro para correr velozmente entre sus páginas con prisa por conocer su final. Todo lo contrario, es un libro para leer con calma, para degustar cada parte, para conocer a los personajes, y sobretodo para aprovechar lo que nos ofrece Muriel Barbery con su excepcional agudeza: reflexionar sobre la naturaleza humana, vista a través de los ojos de dos personajes que resultan absolutamente entrañables; con una mezcla única de profundidad y sentido del humor.
Sólo les recomiendo tener paciencia en esas primeras 100 páginas que son en verdad tediosas. Si logran pasar de ahí, no se arrepentirán, porque lo que ofrece La elegancia del erizo al lector supera por mucho sus fallas.
Hay muchos pasajes que me dejaron totalmente fascinada, por el fondo y por la forma, ya que los autores que tienen especial habilidad para el uso del lenguaje son siempre merecedores de mi más absoluta admiración. Aquí pondré algunos fragmentos:
La facultad que tenemos de manipularnos a nosotros mismos para que no se tambaleen lo más mínimo los cimientos de nuestras creencias es un fenómeno fascinante.
No tengo hijos, no veo la televisión y no creo en Dios, todas esas sendas que recorren los hombres para que la vida les sea más fácil.(...) por ello, sin porvenir ni descendencia, sin pixeles para embrutecer la cósmica conciencia del absurdo, en la certeza del final y la anticipación del vacío, creo poder decir que no he elegido la vía de la felicidad.
Lo miro. Y me zambullo en el agua negra, profunda, helada y exquisita del instante fuera del tiempo.
Yo, Renée, intimidada y asustada hasta el tuétano y consciente hasta el desfallecimiento de la inconveniencia y el carácter blasfemo de mi presencia en este lugar que representa un mundo al que no pertenezco...
Por mucho que sepa que el mundo es feo, no tengo ganas de verlo.
Sí, abandonemos este mundo donde lo que se mueve desvela la fealdad oculta.
¿Quiere esto decir que es así como uno tiene que vivir su vida? ¿Siempre en equilibrio entre la belleza y la muerte, el movimiento y la desaparición?
Quizá estar vivo sea esto: perseguir instantes que mueren.
Arrivederci
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